jueves, 31 de mayo de 2012

El Grito de Alcorta


Hace varios días que vemos noticias sobre el centenario de un movimiento campesino que fue fundamental para el sector agropecuario nacional. "El Gobierno quiere bajar a Buzzi del homenaje al Grito de Alcorta", dice Clarín; "(...) el presidente de la Federación Agraria usó dinero del Estado para un millonario monumento pero no quiere que vaya la mandataria (...), aseguran desde medios cercanos al kirchnerismo. No se sabe lo qué pasará en el festejo del 25 de junio pero yo quiero contar lo que fue el "Grito de Alcorta".

A fines del siglo XIX las políticas inmigratorias ayudaron a poblar el país. Buena parte de esos hombres y mujeres fueron a trabajar al campo, quizás guiados por una tradición laboral que traían desde su tierra natal. La mayoría no pudo comprar su propio terreno y debió apelar al arrendamiento de las tierras que eran propiedad de los grandes terratenientes.

Las crónicas de la época cuentan que algunos arrendadores llegaban a exigir el pago del 30%, el 40% y hasta el 50% de lo obtenido en cada cosecha, un porcentaje que dejaba a los pequeños campesinos con más deudas que ganancias. Apenas lograban pagar lo pactado, situación que derivó en las primeras protestas y movilizaciones del sector agropecuario.

La cosecha de 1911 fue azotada por la sequía y la langosta, en especial en Santa Fe y el norte de Buenos Aires, y dejó a muchos arrendatarios en una complicada posición. Pagaron algunas deudas y esperaron a que el clima mejorase para poder salir adelante. Incluso llegaron a pensar que la cosecha record de 1912 los salvaría económicamente. Pero esto no fue así.

Debido a los contratos leoninos, que en ciertos casos eran renovados año a año para poder modificar las ganancias a favor del dueño de la tierra, los campesinos no obtuvieron lo que esperaban. Pronto tomaron la decisión de pasar a la acción directa y hacerse oír para modificar la matriz comercial del sector.

El 25 de junio, en la Sociedad Italiana de Alcorta (Santa Fe), unos 600 pequeños productores dispusieron el inmediato cese de comercialización para exigir el cumplimiento de dos puntos centrales: no pagar "más de veinte pesos por cuadra" y "no dar más del 25% de la cosecha". Además reclamaban contratos de, al menos, cuatro años de duración.

Tras dos meses de protestas, el 15 de agosto se fundó la Federación Agraria Argentina con el objetivo de agrupar a los campesinos que estaban enfrentados a la Sociedad Rural. Las medidas duraron un año, período en el que no faltaron los asesinatos a productores y dirigentes cercanos a la nueva organización rural.

A mediados de 1913 los terratenientes cedieron ante las presiones, aunque los cambios no lograron ser sustanciales. Las exigencias bajaron y los contratos fueron más blandos, pero el negocio agropecuario mantendría las desigualdades por otros 40 años. Fue recién durante el Gobierno de Juan Domingo Perón que la historia comenzaría a cambiar con la aprobación de la Ley de Arrendamiento Rural.

miércoles, 30 de mayo de 2012

La primera Copa Argentina


Según el sitio oficial de esta competición de la AFA, la actual Copa Argentina "es el primer torneo integrador y solidario de todas las categorías del fútbol argentino". Pero esta afirmación es falsa, ya que si buceamos en la historia del deporte nacional nos encontramos con un antecedente que incluso llevó el mismo nombre. Y que puede tener el mismo campeón.

Terminaba el año 1968 y la Asociación del Fútbol Argentino era comandada por Armando Ramos Ruiz, dirigente de Racing y especialista en temas petroleros que había trabajado en YPF y en la Dirección Nacional de Energía. Su designación fue dispuesta por el propio dictador Juan Carlos Onganía, declarado ignorante del fútbol.

Estudiantes era el reciente campeón de la máxima categoría, el primero de los chicos que lo lograba, cuando la Conmebol dispuso la creación de la Recopa Sudamericana de Clubes que en 1970 deberían disputar equipos que no hubiesen clasificado a la Libertadores. Debido a eso, en la AFA tuvieron la idea de organizar un nuevo torneo y llevar el fútbol grande al interior del país: la Copa Argentina.

En su primera y casi única edición (hubo una segunda que no llegó a completarse), participaron 19 equipos de Primera, el campeón de la B (Almagro) y 12 clubes de las ligas regionales del Interior. La forma de disputa fue de ida y vuelta en cancha neutral y contó con varias sedes en todo el país: Jujuy, Santiago del Estero, San Juan, Santa Fe, Chaco, Córdoba, Misiones, Corrientes y Buenos Aires.

Los primeros encuentros se jugaron el 6 de febrero de 1969 y las finales se celebraron el 23 y 27 de julio en el Gasómetro. En medio del desarrollo de la competición había asumido el nuevo interventor, Aldo Porri, abogado y síndico de empresas privadas que estaba relacionado con Chacarita, equipo que ese mismo año sería campeón del Torneo Metropolitano.

A la última instancia llegaron dos cuadros de la Capital Federal, Boca Juniors y Atlanta, ambos de Primera División. Los de la Ribera habían superado ampliamente a Colón de Santa Fe al ganar 5-0 en la ida y 1-0 en la vuelta. Por su parte, Atlanta había triunfado sobre Rosario Central con sendos 2-1, llegando así a su primera final oficial.

En Boedo, y tras ganar un partido cada uno, la serie se definió por diferencia de goles. Boca triunfó 3-1 en el primero y cayó 1-0 en el segundo, sumando así una copa más a sus vitrinas y obteniendo el pase al nuevo torneo internacional.

Unos meses más tarde, Boca se quedaría con el Torneo Nacional y clasificaría a la Copa Libertadores, dejando su lugar en la Recopa para Atlanta. Pero esa ya es otra historia.

martes, 29 de mayo de 2012

"El que apuesta al dólar, pierde", dijo el ministro


Me puse a pensar en mi rol de periodista y eterno amante de la historia y encontré algo que podrá ayudarme a despuntar el vicio. Todas las semanas surgen noticias que están relacionadas con un hecho histórico, como hace un tiempo sucedió con la renuncia de Esteban Righi, que obligó a varios medios a contar sobre su desempeño como ministro del Interior de Héctor J. Cámpora.

Ahora estamos hablando del dólar en todos sus colores, el verde (oficial), el blue (paralelo) y el celeste (híbrido a mitad de camino entre ambas cotizaciones) y muchos apelaron a una frase pronunciada en 1981: "El que apuesta al dólar, pierde". Vamos a contar su origen.

Corría el año 1981 y la dictadura cambiaba de líder. Jorge Rafael Videla le dejaba su lugar a Roberto Viola tras un fracaso económico que sumía al país en una (otra) profunda crisis. Las políticas neoliberales de José Alfredo Martínez de Hoz no lograron revertir la situación reinante y su tablita cambiaria fracasó, llevando a muchos a invertir en dólares ante las constantes devaluaciones del Peso Ley 18.188.

Viola designó a Lorenzo Sigaut como ministro de Economía, dentro de un Gabinete que se dividía entre civiles y militares. El flamante titular de una cartera vital para el nuevo Gobierno estaba vinculado a la automotriz FIAT y al día siguiente de asumir anunció una devaluación del 30% "como incentivo a la producción agropecuaria e industrial y para desalentar movimientos especulativos de capitales". Era la más fuerte desde que en 1975 Celestino Rodrigo depreció la moneda un 100%. Sigaut también decidió crear un "dólar financiero" libre y un "dólar comercial" regulado, con diferentes valores.

Tras otras dos medidas devaluatorias en apenas 84 días, el ministro pronunció la frase por la que se lo recordaría hasta nuestros días. Luego de eso continuó con su política económica que jamás logro frenar una inflación de más del 100% interanual y que provocó un enorme aumento de la deuda externa a través de la toma de créditos internacionales y la estatización de los pasivos de muchas empresas privadas.

En diciembre de ese año, y tras problemas cardíacos que lo alejaron de su función, Roberto Viola debió dejar su lugar a Leopoldo Galtieri, quien designaría a Roberto Alemann en el Ministerio de Economía. Con estos cambios políticos, Lorenzo Sigaut dejaría la función pública y se dedicaría a la consultoría económica para empresas y sindicatos, algo que siguió haciendo hasta bien entrado el nuevo siglo.