En estos momentos el pueblo llega a la Plaza para despedir a quien fuera el principal dirigente político de los últimos 10 años. Néstor Kirchner, con sus aciertos y errores, marcó a fuego la Argentina desde que asumió como presidente en 2003. Primero, apelando a la transversalidad y el encuentro con otros partidos, luego, acercándose más al peronismo histórico, pero siempre apelando a la política como principal forma de manejar el poder.
¿Qué quiero decir con Política? Sí, esa que se escribe con mayúsculas. Porque arrancamos la década con un gobierno tibio, sin ideas y sin propuestas políticas para cambiar el país. Tanto se desvalorizó la política, que el pueblo salió a las calles a pedir para “que se vayan todos”. Luego llegó Duhalde, con un modelo que sólo contemplaba la devaluación y tan sólo se dedicó a esperar al próximo gobierno que no modificó sustancialmente al país en cuestiones políticas.
Néstor llegó y modificó todo eso. Amado u odiado por su forma de ser y hacer política, logró que se vuelva a discutir sobre muchos cuestiones que antes no se habían ni siquiera nombrado. Medios de comunicación, producción agropecuaria, industria, justicia, leyes. Se puede estar a favor o en contra, pero hay que reconocer que volvió a hacernos discutir sobre diversos temas, defendiéndolos o rechazándolos, pero al menos discutirlos. Vos podías estar a favor o en contra del campo, pero te ponías a discutir sobre el tema.
En estos momentos, Néstor Carlos Kirchner está siendo velado en la Casa Rosada. Cómo dato histórico, cabe destacar que desde la muerte de Marcelo T. de Alvear, en 1942, no se hacía el funeral de un ex presidente en la casa de gobierno. En la plaza uno puede darse cuenta que el pueblo llora a Néstor. La gente llega hasta la capilla ardiente y le tira besos, se persigna por él, le desea lo mejor en la otra vida, o en lo que haya después de la muerte. Hace unos minutos tuve la suerte de estar allí, caminar frente a Cristina, Máximo y Florencia, ver sus caras de tristeza, notar su dolor y sentirme en un momento triste e histórico a la vez.
Me arrepiento de no haber estado en el funeral de Alfonsín, pero le podré contar a mis nietos que fui parte de los miles que despidieron a Néstor Kirchner.
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